Si, lo hicimos. Después de un atasco que se me hizo eterno, pero que al final no fue para tanto, llegamos al hospital sobre las 9 y cuarto. Entramos por urgencias y rápidamente me enchufaron a la maquinita de monitorización para ver si estaba de parto o no. Siempre que he ido a monitores he tenido la sensación de que basta que tengan que pasar cosas para que dejen de pasar. Así fue una vez más. Se marcaron algunas contracciones pero ni mucho menos con la frecuencia que las había estado sintiendo, no sé si porque realmente no las estaba teniendo o porque la enfermera de guardia no estaba muy fina en la colocación del aparatito. Tiendo a pensar más bien en lo segundo. Al parecer, a pesar de eso, era más que suficiente para confirmar que estaba de parto. Un tacto y unas cuantas contracciones después, me llevaron a la sala de dilatación.

Allí estábamos mi chico y yo, subidos en una vertiginosa montaña de sensaciones que nos iba llevar, por fin, a conocer a Olivia. Las contracciones ya eran muy fuertes y yo quería la epidural. Nunca me había planteado que en mi parto no hubiese epidural de por medio. Sabía que sentir ese dolor me iba a paralizar e impedir disfrutar del momento, y así fue.

Cada contracción era un bloqueo mental y físico increíble, necesitaba que me la pusiesen pero sólo había un anestesista de guardia y justo en ese momento estaba asistiendo una cesárea, por lo que había que esperar hasta que terminase para poder atenderme a mi. Debía armarme de paciencia y esperar unos 40 minutos hasta que me pudiesen poner la epidural. No se cuanto tiempo tuve que esperar finalmente. Me mantuve dando paseitos entre contracción y contracción y afrontando cada una arrodillada en el suelo. Fue la manera que encontré de soportar mejor el dolor.

Cuando me dijeron que ya venía el anestesista no me lo podía creer. Me senté en la cama y procedió a pincharme. Iba acompañado de una chica joven que debía estar aprendiendo porque él la iba explicando cada paso que daba. La clase práctica no le salió del todo bien, al buen hombre le costó 3 pinchazos acertar con el punto justo, pero cuando lo consiguió fue maravilloso. Casi inmediatamente sentí el alivio, me tumbé y poco a poco sentí como se me iban durmiendo las piernas, la derecha mucho más que la izquierda. ¡Qué descanso!

A partir de ese momento empecé a disfrutar de mi parto. Sentía las contracciones pero de otra manera, no era esa sacudida que me dejaba sin respiración, sólo notaba una especie de presión vaginal de lo más agradable. Ahora sólo tocaba esperar a que la dilatación aumentase hasta los 10cm.

No se cuanto tiempo pasó hasta la siguiente visita de la comadrona para ver como iba dilatando, pero la conclusión fue que cero patatero. Seguía con mis 2cm del día anterior. Tocaba enchufarme oxitocina para animar un poquito el tema y seguir esperando. El proceso estaba siendo de lo más relajante, tumbada en aquella cama, viendo la tele tranquilamente, acompañada de mi chico y hablando por whatsapp con mi familia que venían desde Burgos, camino del hospital.

Unas cuantas visitas de la comadrona después, había llegado a los 6cm pero el proceso se había parado, así que era hora de romper la bolsa. Yo no me enteré de mucho, pero por la cara de mi chico lo que salió de allí debió ser bastante impactante. A partir de ahí, viento en popa a toda vela, 7, 8, 9cm y una visita furtiva de mi madre que se coló en la sala de dilatación. Con esos 9 cm estaba casi lista, sólo quedaba 1 cm para pasar a paritorio. Las contracciones no se marcaban muy potentes pero si muy seguidas, ignorantes de nosotros pensábamos que los valores debían ser más altos, pero no, la comadrona nos explicó que era lo normal. No sé que hora sería, yo calculo que entre las 3 y media y las 4 de la tarde, lo que si recuerdo es tener muchísima sed y nada de hambre a pesar de no haber comido nada desde la noche anterior.

¡Y por fin llegué a la meta! 10cm, tocaba empezar a empujar. Todavía en la sala de dilatación y con cada contracción, la comadrona me explicó como debía hacerlo. Tres pujos seguidos cada vez que el mágico numerito verde que toda mujer embarazada quiere ver aumentar cada vez que va a monitores, llegase a 30. Así lo hice, poco a poco Olivia iba colocándose para venir al mundo y nosotros la estábamos esperando. El efecto de la epidural estaba empezando a pasarse en mi pierna izquierda y el dolor cada vez era más fuerte, soportable pero más fuerte. Yo quería más anestesia, me daba miedo que el dolor aumentase tanto que fuese insoportable para mi, me bloquease y me impidiese pujar como debía, pero no hubo más epidural, rápidamente me llevaron al paritorio. Había llegado el momento, había llegado la hora de dar a luz.

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