Las madres y padres solemos vivir permanentemente preocupados por nuestros bebés, siempre pendientes de que no se pongan enfermos, de que duerman bien, que evolucionen  y aprendan, y sobre todo preocupados por hacerles felices.

Entre ese montón de cosas del día a día que nos preocupan, la alimentación ocupa un lugar clave porque sabemos lo importante que es para su crecimiento y desarrollo.  Las preocupaciones en torno a la alimentación pueden ser muy diferentes: si un bebé come mucho, porque come mucho; si come poco, porque come poco; si come de todo menos pescado, ¡Ay madre mía, que no come pescado!.

Nosotros como padres, ponemos lo mejor de nuestra parte, todas nuestras fuerza y nuestro buen hacer para que nuestros hijos coman lo más sano posible ofreciéndoles una alimentación variada. A veces, nuestros bebés aceptan fenomenal lo que les estamos ofreciendo, pero otras tantas, rechazan por completo esos alimentos que con tanto cariño les hemos preparado.

Cuando se da esta segunda situación es muy fácil perder los nervios. Sabemos lo importantes que son esos alimentos para nuestro bebé y nuestra “conciencia de padres” nos impulsa a querer que se los tomen si o si. ¿Mi consejo? Relax y paciencia que todo llegará.

Es clave que nuestros hijos establezcan una relación sana con la comida y de esta manera conseguir que el rechazo hacia determinados alimentos, cambie a aceptación y agrado con el paso del tiempo. Para conseguir este objetivo, es fundamental tener siempre en mente estos tres tips:

  • No forzar: Es muy importante respetar el rechazo de un niño hacia los alimentos que no le gustan y no forzar a que se los coma. Si insistimos una y otra vez mientras nuestro bebé llora y se retuerce en su trona, no solo no vamos a conseguir que se lo coma, sino que convertiremos el “acto de comer” en algo desagradable para él, con lo que incrementaremos su rechazo y estaremos cada vez más lejos de nuestro objetivo.
  • Tener paciencia: Los gustos cambian. A los adultos nos pasa, a veces llevamos años sin probar algo porque en su momento no nos gustaba, y nos sorprendemos para bien cuando decidimos darle una segunda oportunidad a ese alimento que nos horrorizaba. Con los bebés pasa algo parecido solo que a velocidad súper acelerada. Algo que hace dos semanas no querían ni ver, puede que a día de hoy se lo coman como si no hubiese un mañana, así que si hay algún alimento que tu hijo rechaza, espera un poco, ten paciencia porque si no le gusta hoy, puede que la semana que viene le encante (o no, esto tampoco es una ciencia exacta).
  • Probar e innovar: A veces no se trata del alimento en sí, sino de la manera de presentarlo. Quizá la fruta en papilla no le guste, y es posible que si se la damos en trocitos se la coma de buen grado. Puede que ocurra todo lo contrario y que nos estemos emperrando en dar los alimentos en trocitos, y quizá nuestro bebé todavía no esté preparado. Son muchos los factores que pueden afectar: texturas, sabores o incluso la hora del día. A mi hija hace unos meses, la leche por la mañana ni fu, ni fa, en cambio por la noche es capaz de beberse 2 o 3 vasos.

Sé que los tips que os he dado son fáciles de decir, pero no tanto de cumplir. Lo sé por experiencia propia, porque yo también soy madre y he pasado por ello. ¿Cómo voy a dejar a mi hija sin comer fruta si el pediatra me ha dicho que tiene que tomar varias piezas todos los días? Olivia no quería, no quería fruta de ninguna de las maneras, ni en papilla, ni en trozos, ni con yogur, nada. Ni plátano, ni manzana, ni naranja, ni pera, daba igual lo que le ofreciese. Al principio me frustraba un poco, por aquello de “es importante para ella”, hasta que entendí (previa consulta con la pediatra) que era una cuestión de tiempo y que había otros alimentos (leche materna, cereales, verduras…) que le estaban aportado los nutrientes necesarios, hasta que llegase el momento de “el cambio”. Todos los días lo intentaba, yo le ponía su fruta para merendar, a veces en puré, a veces en trozos y ella día tras día pasaba olímpicamente de comérselo.

Hasta que llego “el día”. Era verano y un trozo de sandía debió parecerle una buena opción para merendar en vacaciones. Desde ese momento poco a poco fue aumentando su gusto por la fruta. A día de hoy da igual, uvas, fresas, mandarina, manzana, plátano, le gustan todas y se las come a “bocaos” mientras el zumo le chorrea por toda la ropa. Sé que suena un poco “cochinada”, pero es un placer verla disfrutar así de la comida. Esos chorretones, esas manos pegajosas y esa cara sucia es muy buena señal.

Lo dicho, paciencia, todo llega.

 

 

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