Qué levante la mano a quien no le haya tocado alguna vez escuchar una frase similar. Puede sustituirse por: Esta niña/o está enmadrada/o, tiene mamitis aguditis o ¡es que solo quiere estar contigo!. Y entonces es cuando yo me pregunto: ¿Y con quién se supone entonces que debería querer estar?

Olivia tiene 9 meses, 9 meses en los que me tiene más vista que el tebeo, 9 meses en los que apenas nos hemos separado. Yo la cuido, la duermo, la doy de comer, juego con ella, la calmo cuando llora, me río cuando ríe y una montaña de cosas más. Y diréis ¿y su padre?. Si, su padre también hace todas y cada una de esas cosas, pero hoy hablamos de mamitis, que hasta el momento es lo que hemos vivido de una manera más radical. Ya hablaremos cuando toque (que tocará) de papitis.

A lo que iba, que si somos nosotros los que estamos con ella todos los días, y la que pasa más tiempo con ella soy yo, ¿con quién se va a sentir más segura, más protegida y más tranquila? Pues con “la aquí presente”. A mí me parece de lo más normal, al fin y al cabo ¡soy su madre!.

Si yo (y cualquiera), a mi 32 años, me lanzo a los brazos de mi madre, antes de los que a cualquier desconocido, imagínate si tienes 8 o 9 meses. Si a esto le sumas que el mundo está a una escala enorme con respecto a tu tamaño y que la mayoría de cosas son totalmente desconocidas y deben acojonar bastante… lo dicho, no hay mejor sitio donde poder estar que los brazos de mamá.

Y quiero dejar claro que este tipo de  afirmaciones no es que me molesten, pero si me hacen gracia, porque se dicen del tirón, parece que un poco como por costumbre. En el 99% de los casos sin ánimo de ofender, y cuando las cosas no se dicen a mal, no podemos (o no debemos) permitirnos el lujo de que sienten mal, de tomárnoslo a pecho o que nos afecten, pero si pueden hacernos gracia.

Así pues, en base a todo lo anterior, llámalo mamitis, llámalo apego, llámalo como quieras, que los bebés lo que necesitan y quieren son abrazos, besos y cariño (mucho), y cualquiera de ellos, aunque sea en exceso, creo que nunca puede ser malo. Hay quien dirá que es malcriar, que hay que dejarles que lloren, que no hay que hacerles tanto caso, y yo digo: ¿Perdona? ¡Ni de coña!. Que no, que no, que si a mí no me gusta que me dejen llorar y prefiero los besos y los abrazos, lo mismo quiero para ella .

Citando además a Carlos González: “No existe ninguna enfermedad mental causada por un exceso de brazos, de cariño, de caricias… No hay nadie en la cárcel, o en el manicomio, porque sus padres le cogieron demasiado en brazos, o le cantaron demasiadas canciones, o le dejaran dormir con ellos. En cambio, sí que hay gente en la cárcel, o en el manicomio, porque no tuvo padres, o porque sus padres le maltrataron, le abandonaron o le despreciaron. Y sin embargo, la prevención de esa supuesta enfermedad mental totalmente imaginada, el malcriamiento infantil crónico, parece ser la mayor preocupación de nuestra sociedad.”

En resumen, que la mamitis no es mala, es lo natural, es instinto, es supervivencia, es amor. Que la conciencia de abandono de los bebés es muy relativa y no saben si nos vamos para 2 minutos, o para toda la vida. Que quieran estar con mamá permanentemente es lo normal porque somos las que, cuando son pequeñitos, más necesidades cubrimos, y las que les otorgan una mayor seguridad.

A veces puede ser agotador, si, lo es. Porque ir con 8, 9, 10, 11 o los kilos que vengan en brazos es mucha tela, no es fácil, pero a cambio recibimos tanto. Tanto amor incondicional, puro y desinteresado. Tantas miradas de admiración y tantas sonrisas gratuitas que agrandan y derriten el corazón, que no hay kilos que pesen demasiado como para no ser levantados, abrazados y besados. Así pues, ¡Viva la mamitis!

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