Mucho se habla de los beneficios de la lactancia tanto para el bebé como para la madre. Sabemos que fomenta el apego, que fortalece el vínculo y que es fuente de alimentación, calma y seguridad.

Hay muchísimos posts, artículos e información sobre el tema. Yo misma tengo varios posts en los que comparto mi experiencia. Os he ido hablando de cómo he vivido mi lactancia con Olivia, como comenzamos, como fuimos evolucionando y como la dejamos, pero nunca os he hablado de cómo ésta ha repercutido en mi cuerpo.

¿La lactancia materna adelgaza?

Así, por norma general se supone que la lactancia materna adelgaza, pero hay casos y casos. La producción de leche supone para nuestro cuerpo un gasto calórico de entre 500 y 600 Kcal. Si únicamente tenemos ese factor en cuenta, la teoría nos dice que adelgazar no debería ser demasiado difícil. No obstante, las circunstancias que rodean la llegada de un bebé no siempre son las más propicias para, por ejemplo, llevar la alimentación más equilibrada del mundo. Encontrar tiempo para una simple ducha no siempre es fácil, mucho menos para ponernos a cocinar, así que muchas veces tiramos de alimentos precocinados y normalmente menos saludables.

Si a esto le sumamos que nuestro descanso y horas de sueño normalmente se resienten y necesitamos recuperar energías, “la lactancia adelgaza” cada vez se aleja más de la realidad. Y es que yo, personalmente, si tengo que buscar energía a través de la alimentación, me cuesta mucho encontrarla en una manzana o una ensalada, y mi cuerpo me pide pasta, dulce y guarrerías varias. Porque si, yo no soy mucho de dulce y he de reconocer que durante la lactancia el cuerpo me pedía azúcar por los cuatro costados ¿os ha pasado?.

Así que en sí, la lactancia científicamente adelgaza, y hay muchas mamis que recuperan rápidamente su peso porque su metabolismo es más agradecido, porque su cuerpo no necesita tanta energía, o porque tienen una capacidad de control envidiable, pero la realidad es que hay muchas otras mamis, que aún dando el pecho, tardan mucho en recuperar su peso pre-embarazo (las que lo consiguen), por todo lo anteriormente mencionado.

En mi caso, fui perdiendo peso durante la lactancia pero a un ritmo mucho más lento de que “la milagrosa lactancia prometía”. Tanto es así que cuando dejé el pecho todavía tenía un par de kilos rebeldes adheridos a mi cuerpo. Y aún con esas tengo que decir, ¡bendita lactancia!, porque si no llega a ser por ella, podría haberme convertido perfectamente en una nueva especie de la familia de los cetáceos.

¿Y qué pasa cuando dejamos la lactancia?

Este es un tema del que poco se comenta. Se habla mucho del destete, pero… ¿y el después?, ¿qué le pasa a nuestro cuerpo?. Pasamos de quemar 500 o 600 Kcal. diarias por arte de magia a dejar de hacerlo y lógicamente esas calorías no quemadas a alguna parte tienen que ir a parar. Si a eso le sumamos que en los últimos meses (o años), muchas de nosotras hemos adquirido hábitos “menos saludables” el resultado es un “efecto rebote” bastante elegante.

Como todo en esta vida habrá a quien no le pase, y este estupenda y divina antes, durante y después, pero al menos a mí, el efecto rebote me dio en toda la cara con dos kilos en las 3 o 4 semanas posteriores al destete.

Afortunadamente, dicen que lo que rápido viene, rápido se va, y así fue. Un poquito de mentalización y control, y esos 2 kilos se fueron por donde llegaron. Así pues, solo avisaros, que cuando la teta se va, los kilos vienen.

Mi cuerpo no ha vuelto a ser el mismo, y mi peso tampoco, otro par de kilos rebeldes tienen la culpa, pero a cambio he dado vida, alimentado, consolado y cobijado. El resultado de la ecuación tampoco está tan mal, ¿no?

Y vosotras ¿adelgazasteis durante vuestras lactancias?, ¿notasteis el efecto rebote cuando destetasteis?

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