¿Que cómo es posible? Suena raro porque el barrigón, sobre todo al final, hace que tu movimientos se roboticen. La fluidez de tu cuerpo brilla por su ausencia, para sentarte (y ya no te cuento para levantarte) tienes que maniobrar más que aparcando un camión y a la hora de dormir te sientes como una boya en medio del mar.

Sin embargo, se echa de menos. Por supuesto que no se echan en falta los kilos de más, ni la sensación de ser como un elefante, no sólo en lo referente al peso, sino sobre todo en el diámetro de los tobillos. Tampoco la brutal retención de líquidos ni la presión permanente en la vejiga que hace tener unas ganas permanentes de ir al baño.

Todo eso son los satélites que rodean al momento “barrigón”, pero aún con todo eso, en mi caso, yo a ese “barrigón” lo echo mucho de menos.

Parece una locura, pero sé que no soy la única, y se que esta locura es mucho más común de lo que se pueda pensar. Hay muchas mamás del montón que tienen la misma sensación, no sé exactamente el motivo, no sé si es cosa de las hormonas o de que sencillamente no hay quien nos entienda, pero es una sensación tan real como la vida misma.

Creo que en parte puede ser, pensando egoístamente, por lo cuidada y atendida que te sientes. Cuando estás embarazada todo son detalles y atenciones. Que si tienes antojos, que si te duele aquí y allá, que si tienes sueño, sea lo que sea siempre hay alguien dispuesto a dar un masajito, traerte el capricho del momento o hacer tus tareas pendientes para que puedas echar un sueñecito. Eso si, en cuanto das a luz, se acabó. En el minuto 2, tu bebé recibe el 100% de atención y por supuesto que debe ser así, pero a ti se te acabo el chollo.

Otro de los motivos a los que yo atribuyo ese “echar de menos” es el bienestar físico. Sí, porque aún con muchos kilos de más, tobillos hinchados y dolores generalizados, yo me sentía bien. Me ponía mis trapitos y me veía tan mona, muy a gusto conmigo misma, con mi barrigón bien terso y mis carnes apretaditas. ¿Y ahora que? Ahora hay una tripilla residual blandilla a la que todavía le queda camino para volver a su estado habitual y unas carnecillas blandurrias a las que les vendría bien un poquito de fitness.

El último punto por el que creo que la echo en falta es por sentir a ese bebé en mi interior y todo lo que eso conlleva. Es innegable que tenerla con nosotros es infinitamente maravilloso pero sentirla en mi barriga también tenía su gracias. Esas patadas y movimientos tan únicos. Esa incertidumbre de no saber cuando llegaría el momento de tenerla con nosotros y como sería su carita. Toda esa espera forma parte del pasado, de algo que no volverá y que no se si volveré a sentir, nostalgia lo llaman.

Y eso es lo que precisamente siento, nostalgia. Sin embargo, esto formaba parte del trato. Ese trato que ficticiamente firmamos, ese dejar pasar el tiempo para, primero esperar a tenerla con nosotros, y ahora verla crecer. Un sentimiento que nos hace echar de menos cada minuto que pasa y sentir que el tiempo se escapa de las manos.

Tendré por tanto, que conformarme con el recuerdo, el recuerdo de lo que ese barrigón nos hizo sentir, el recuerdo de algo que no volverá pero que nos dio algo muchísimo mejor de lo que jamás hubiésemos imaginado. OLIVIA.

 

 

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