Puedo considerarme una afortunada porque mi embarazo fue muy fácil de llevar. Tuve nauseas (y no muchas) que duraron a penas un par de semanas y durante aquellos nueve meses, fueron pocas las veces que me sentí, cansada, incómoda o con malestar. Además, a excepción de las dos últimas semanas, nunca me dolió la espalda, ni tuve ninguna otra molestia. En resumen, un embarazo de diez.
Sin embargo, se por experiencias de amigas y conocidas que hay mujeres que lo pasan fatal. Sufren muchos dolores o que se tiran prácticamente los nueve meses con la cabeza metida en el wáter y el estómago del revés. Son muchos los factores que pueden hacer que una mujer no consiga disfrutar de su embarazo, pero también son muchas las herramientas que tenemos para ayudarnos con esos baches que nos podamos encontrar.
Lo primero dejar claro (se que lo repito mucho y que puedo ser un poco pesada, pero quiero que quede cristalino) que hablo desde mis conocimientos y experiencias, nunca como profesional. Es importante que cualquier decisión que toméis durante vuestro embarazo en relación con vuestra alimentación, medicación o ejercicio físico lo consultéis con vuestro médico para que pueda daros el visto bueno. Ellos sin duda, son los que tienen la última palabra.
Una vez dicho esto, vamos al tema que nos interesa. Podríamos hablar de muchos tipos de malestar relacionados con el embarazo, pero quiero centrarme en tres que suelen ser los más comunes, los que casi todas las embarazadas viven en un momento u otro:
Ardor de estómago: Es la “dolencia” más común entre las embarazadas, de hecho fue la que en mi caso, más presente estuvo durante toda la gestación de Olivia. Era una sensación algo desagradable de quemazón en la boca del estómago que aparecía sobre todo después de comer. ¿Os resulta familiar? Mi truco consistió básicamente en ir descubriendo los alimentos que me producían más ardor e irlos dismininuyendo o eliminando dependiendo de los beneficios nutricionales. Otro truco que puede ayudarnos viene de la mano de la homeopatia. El ficus carica es un muy buen aliado cuando aparece esa desagradable sensación. Si os interesa este tema podéis encontrar muchísima mas información en esta web sobre la homeopatia. Como os decía antes, aunque padecí pocas dolencias durante mi embarazo, el ardor si que hizo un importante acto de presencia y en especial por las noches. Para solucionarlo, lo que yo hacía era ponerme unos cojines en la espalda y dormir con el cuerpo un poco levantado. Parece una tontería pero me aliviaba un montón.
Naúseas: Este es sin duda el síntoma por excelencia. La dolencia sinónimo de embarazo mundialmente conocida. Pueden no aparecer, durar un par de semanas, el primer trimestre o todo el embarazo, no hay una ciencia cierta. Además se pueden presentar de muchas maneras: por la mañana, por la noche, después de cada comida… ¡cada embarazada es un mundo!. Normalmente se aconseja comer pequeñas raciones y muchas veces a lo largo del día, es decir, tener el estómago en continuo funcionamiento. Yo recomiendo comer lo que el cuerpo te pida. Cuando yo tenía nauseas o me encontraba regulín, el cuerpo me pedía pepinillos en vinagre y banderillas así que yo se los daba. También se recomienda beber mucho agua, algo que yo llevaba a rajatabla. No solo por el tema nauseas, sino para el embarazo en general. Estar bien hidratada es muy importante. En este caso la homeopatia también puede ayudarnos y son varias las opciones que tenemos dependiendo de cómo y cuando percibamos esas naúseas. La Ignata por ejemplo nos ayudarán cuando las naúseas aparecen con la hipersensibilidad olfativa, y la Ipeca es ideal cuando a pesar de vomitar, las nauseas siguen presentes.
Retención de líquidos: Es el tercero y último de los malestares del que quiero hablaros. Es muy normal que durante el embarazo nos hinchemos como globos y que nuestros tobillos tiendan a desaparecer. Tal y como os decía antes, el agua juega un papel muy importante y será nuestro mejor aliado para evitar la retención. Otro de los trucos que se recomienda es la aplicación de frío. Muy bonito en la teoría, pero a ver quien es el guapito que en pleno invierno se da un agua fresquita. Yo si hace frío prefiero un bañito templadito aún a riesgo de acabar con las piernas como un elefante. Si es verano, los baños en la piscina o en la playa van genial porque además de refrescar y ayudar con la hinchazón te hacen sentir más ligera y ágil. Por último, tumbarse con las piernas en alto es algo que relaja muchísimo. Yo aconsejo acompañar ese momento con algo de música relajante y dedicar ese ratito solo a nosotras, a pensar en cosas bonitas y cargarnos de energía.