Soy malamadre, lo soy y hace ya tiempo que asumí que me había unido al club. Me recuerdo perfectamente cuestionando a otras madres antes de serlo. Si, suena fatal pero lo he hecho. En mi vida siempre ha imperado el “que cada uno haga lo que quiera”, pero siempre hay situaciones que distan tanto de tus pensamientos o tu manera de pensar sobre como deberían ser las cosas, que a veces es inevitable juzgar o criticar según que actitudes.
Decir algo así puede parecer fácil, pero no lo es. Asumir que hay cosas que hace el resto del mundo que no te parece bien y decirlo abiertamente, va muy en contra de la norma actual establecida del vive y dejar vivir, del respeto a todo el mundo haga lo que haga. Pero sí, he de compartir con vosotras que lo he hecho y a veces lo sigo haciendo. Y estoy segura de que a todas y cada una de vosotras también le ha pasado en algún momento, ¿o no?.
Jamás le diría a una madre lo que no me convence de su manera de educar o actuar en según que momento, nunca la tacharía de malamadre porque cada cual tiene sus circunstancias y a veces se hacen cosas para salir del paso, aún sabiendo que la metodología dista de ser demasiado pedagógica. Actos que nos sirven para afrontar momentos determinados o que se adaptan a nuestro día a día y que no haríamos si las circunstancias fuesen otras.
Del mismo modo que veo cosas que no me gustan, asumo que mis métodos no sean entendidos por todos el mundo y que sean igual de criticables que el de cualquier otra. Eso si, piensa lo que quieras pero no me lo digas, júzgame en silencio y respétame a mi y mis circunstancias, exactamente igual que hago yo con las tuyas.
Esas circunstancias hacen que yo fuese mucho mejor madre antes de serlo de manera oficial. Era una “premadre” horrorizada por niños contestones y repelentes que lloraban y pataleaban en centros comerciales o supermercados. Una “premadre” que no entendía el idiotizamiento vía teléfono móvil o tablet y a la que nunca se le hubiese pasado por la cabeza utilizar la comida o el chupete como elemento silenciador.
Aún haciéndolo mucho mejor de lo que pensaba, se que hay momentos en los que soy malamadre. Desde el primer momento ha sido todo muy fluido y me han surgido pocas dudas, muchas menos de las que pensaba que tendría. La mía está siendo una maternidad cargada de instinto. Sin embargo hay momentos y momentos. No de dudas, sino con toques de ligera desesperación o quizá algo de crispación.
A veces ser Malamadre es una necesidad
Esos momentos en los que no sabes por donde tirar, y en los que por mucho que te juraste y perjuraste no utilizar el teléfono móvil, la tele o el chupete como arma tranquilizadora, tu cuerpo agotado te dice que lo hagas. Sabes que con un solo gesto llegará la calma y que todo será mas fácil. Así que aún a riesgo de ser una madre peor de lo que pensaste que serías, lo haces, pones en práctica tus artimañas y disfrutas de la calma.
Tengo la suerte de no tener que utilizar según que estratagemas muy a menudo, porque Olivia es muy buena, pero hay momentos en los que mi cuerpo no da para más. Si después de uno de esos días que empiezan a las seis y media de la mañana a Olivia se le tuerce la cena porque está igual de cansada que yo o incluso más, yo no puedo resistirme a dejarla obnubilada con “Pasapalabra” como buena malamadre que soy. Así puedo darle de cenar una cucharada tras otra, sin prisa pero sin pausa, mientras deseo fervientemente que cuando vaya a acostarla se duerma rápido, muy rápido para yo poder descansar durante seguramente no más de media hora seguida.
Madres que utilizáis el móvil como método de entretenimiento, os respeto. Madres que miraís a vuestros hijos con mirada intimidante mientras estos chillan y patalean, os respeto. Madres que ignoráis a vuestros hijos mientras estos lloran durante más de media hora por todo el supermercado, os respeto.
Sé que esto está lejos de mi adorada crianza con apego y ojalá no tenga que hacerlo nunca, pero se que es muy probable que llegue el día en el que yo lo haga, el día en el que estaré tan cansada de mantener el tono, de intentar hacer entender las cosas con explicaciones eternas que seguro levantaré la voz y pondré firme a quien haga falta. Seré y me sentiré muy malamadre, pero no me juzgues o al menos no me lo digas.
Malamadre, ¿dónde está el límite?
Sin embargo, todo tiene un límite, siempre hay cosas que para mi serán un no, cosas que a día de hoy veo mal y que estoy segura que jamás haré, ya sea por metodología o por tiempo, porque no es lo mismo pegar una voz puntual que comunicarse a gritos, no es lo mismo poner los dibujos cinco minutillos que hacerlo todo el día a todas horas, para mi no es lo mismo.
Este año que entra me planteo parecerme más a la madre que pensé que sería, porque aunque he de reconocer que me gusto como madre (como si no tuviese abuela), hay cosas que quiero mejorar. ¿Mis objetivos para este nuevo año como madre? Más paciencia y más tiempo de calidad en familia.