El embarazo y la maternidad conlleva gastos, muchos gastos. Es un chorreo continuo de compras, que aunque en el 90% de los casos son cosas para el bebé, hay algunas ocasiones puntuales en las que esa inversión va destinada a nosotras, las mamis.
Podemos contar con poco más que los dedos de una mano esos artículos necesarios para nosotras. Cremas durante el embarazo y el postparto, algunos artículos de higiene como discos de lactancia o compresas postparto, sujetadores de lactancia o ropa premamá son algunas de esas cosas “necesarias”.
Entrecomillo ese “necesarias” porque la mitad de ellas podemos quitarlas de la lista si no vamos a dar el pecho, y otras tantas, necesarias, necesarias, como sinónimo de imprescindibles, no son.
Hoy quiero hablar de la ropa premamá y de su cuestionable necesidad. Hace ya bastante tiempo, antes de quedarme embarazada, vi un programa en la televisión sobre una conocida presentadora que estaba embarazada y que iba de compras para adquirir unas cuantas prendas premamá. Se compraba pantalones, camisas, chaquetas o jerseys premamá y se “quejaba” de lo caras que eran esas prendas. Por aquel entonces yo no conocía mucho sobre el tema, pero me costaba creer que gastarse 50 o 60€ en una chaqueta premamá fuese la mejor y única opción.
A día de hoy y basándome en mi experiencia, puedo decir que no es necesario comprar ropa premamá a excepción de un par de prendas y que, además, hay opciones mucho más accesibles, actuales y económicas para poder vestirnos durante nuestros embarazos que las que planteaba aquella presentadora. Creo que las que ya habéis pasado por un embarazo me entenderéis perfectamente y las que estáis en ello, lo descubriréis sin tardar demasiado.
Durante mi embarazo me compre únicamente 2 prendas premamá. Fueron 2 pantalones vaqueros que tenían la típica extensión de tela que cubre la tripa. El resto de ropa que utilicé fueron cosas que ya tenía o ropa normal que dependiendo del corte, compraba de una talla u otra.
La compra de más o menos ropa, creo que depende en gran medida de los meses que coincidan con un embarazo más avanzado. No es lo mismo que nuestros embarazos finalicen en Marzo que en Noviembre. Creo que es más difícil vestirse en invierno que hacerlo en verano. Yo tuve la suerte de disfrutar de un verano y veroño bastante largo que duró prácticamente hasta finales de Octubre. Teniendo en cuenta que mi fecha prevista de parto era el 19 de Diciembre, agradecí enormemente que ese buen tiempo se alargase tanto.
Durante los primeros meses de mi embarazo seguí utilizando mi ropa habitual. Cuando la tripilla empezó a crecer seguía poniéndome mis pantalones pero ataba una gomita del pelo en el ojal del pantalón para engancharla con el botón. Ese apaño con una camiseta o un jersey larguito que tapase el “invento” fue muy útil durante una temporada. También tiraba mucho de vestidos con medias que me resultaban la mar de cómodos.
Durante el verano todo fue mucho más fácil. Para el buen tiempo que acompañó mi segundo y parte del tercer trimestre, use sobre todo vestidos. Compré 4 o 5 ajustaditos, de una talla más que la mía habitual y bastante elásticos. Con ellos, me sentía súper cómoda y además me veía bastante bien, me sentía hasta “sexy”. ¡Toma ya!. Lo bueno, es que algunos de ellos los he usado también este año, quizá no me quedan tan apretados, pero a simple vista siguen sentando bien.
Por último, para el tercer trimestre, como os he dicho, compré 2 pantalones premamá que fueron sin duda una gran adquisición. Los míos eran de H&M, unos vaqueros y unos negros. No recuerdo exactamente el precio, pero rondaban los 30€. Los usé sobre todo el último trimestre que era cuando más fresquete hacía y también el primer mes de mi post parto. ¿Y arriba que me ponía? Usaba los jerseys anchitos que ya tenía y me compré un par más de la talla L, que sabía con seguridad que volvería a utilizar sin ninguna duda. Las camisetas básicas son una buenísima opción. Yo me compre unas cuantas en Primark, colores básicos y talla 40 a 2€ que me quedaban ajustadas, pero larguitas para tapar todo el tripón y que a día de hoy utilizo para andar por casa. Encima solía ponerme chaquetas que tenía de antes y que obviamente no podía abrochar, pero que tampoco hacía falta. Otro de mis favoritos fueron las medias, usaba vestidos anchitos que tenía de temporadas anteriores y lo combinaba con medias tupidas. Eso sí, debajo del vestido me ponía una de esas camisetas básicas de Primark que remetía por las medias para tapar las tripa y dar calorcito. ¿Y de abrigo? En mi caso, me parecía un poco absurdo comprarme un abrigo para dos meses largos de tripón. Así que busqué en el armario de mi madre, que tiene alguna talla más que yo y eché mano de uno de los abrigos más grandes que tenía. El resultado creo que fue bastante decente y pude pasar esos últimos meses la mar de calentita.
Lo más difícil sin duda, es el calzado. ¿Dónde metes esos pies hinchados como los de un elefante?. Pues en verano es fácil, porque las sandalias o a mal andar unas chanclas cumplen más que de sobra. Como os decía antes yo estiré la ropa y calzado de verano todo lo que pude, pero llegó un momento que tuve que echar mano de zapatillas deportivas. Como tienen cordones podemos abrirlas todo lo que queramos y la comodidad que nos ofrecen es bastante decente.
Como veis, las opciones son muchas más allá de la ropa premamá. Y no es que esto sea un boicot, ni que yo tenga nada en contra de este tipo de ropa, pero creo que no es imprescindible en su totalidad. Que si te quieres dar un capricho y comprarte ropa para embarazadas, pues fenomenal, pero esencial no es. Es como si te quieres comprar ese bolso o esos zapatos de no sé qué marca que tanto te gustan. Si quieres te los compras y tan feliz, pero necesitar, necesitar, no los necesitas.