pendientes

Seguramente sea uno de los temas más controvertidos cuando se tiene una niña. ¿Le ponemos los pendientes? En todas las familias habrá quién quiera opinar. Habrá partidarios tanto del SI como del NO.

Hay quién tiene claro que sí. Es algo tan arraigado en nuestro país que ni se plantean la opción del no. Es una niña y por tanto tiene que llevar pendientes, punto final del razonamiento.

Por otro lado, hay quien opina todo lo contrario. ¿Hay que ponerle pendientes obligatoriamente por que sea una niña? No tiene sentido.

Tan válida es, desde mi punto de vista, una opción como la otra. Esto es como todo, cada cuál que haga lo que considere mejor.

Nosotros teníamos muy claro antes de que Olivia naciese que NO le haríamos los agujeros de los pendientes, que queríamos que fuese ella quién decidiese cuando fuese más mayor. ¿Tiene Olivia a día de hoy los agujeros hechos? SI. Supongo que esta será una de tantas cosas que dijimos que jamás haríamos y que acabaremos haciendo.

Nuestro planteamiento inicial era no hacerle los agujeros. Nos daba muchísima pena hacerle daño por algo que no era absolutamente necesario. Pensábamos que lo mejor era esperar a que ella fuese mayor y tomase su propia decisión. Otro factor que inclinaba la balanza hacia el NO era mi propia experiencia. Cuando yo nací, me hicieron los agujeros horriblemente mal. De hecho, me los tuvieron que volver a hacer y fui una recién nacida con dos agujeros en cada oreja. A eso, en mi cabeza, le sumaba el echo de que actualmente nunca llevo pendientes, hace ya años que pasó a ser un complemento totalmente prescindible. ¿Para que le iba a hacer a mi hija los agujeros si quizá iba a acabar sin usarlos como yo?

Cuando nació, seguíamos con la idea muy clara. De hecho un amigo nos regalo unos pendientes monísimos y se los devolvimos por que sabíamos que no los íbamos a usar.

Pero… (siempre hay un pero) nuestra mentalidad fue cambiando. Día a día le íbamos dando vueltas al tema y lo que era un NO rotundo, fue evolucionando a puede que no sea para tanto, quizá no sea tan mala idea, creo que podríamos mirar algo de información, posiblemente deberíamos hacérselos… ¿Le hacemos los agujeros? SI.

Ese come, come, y cambio de opinión fue en gran medida por la búsqueda de información, pero también tuvieron mucho peso los recuerdos. Me acordé de lo divertido que fue cuando con 12 o 13 años descubrí que aquel segundo agujero, que le dijeron a mi me madre que se cerraría sin problema no lo había hecho y lo guay que me sentía con mi segundo pendiente. Lo negativo se había convertido en positivo. Además, vale que a día de hoy nunca llevo pendientes, pero recordando, durante mi adolescencia me ha encantado comprarlos e incluso ponérmelos. Tengo un montón de pendientes colganderos comprados en mercadillos que no me habré puesto más de 2 veces cada uno, pero que compraba por que me encantaban y tenía agujeros para poder llevarlos.

Así que si a esto le unimos la información a cerca de cuál es el mejor momento para hacer los agujeros y lo doloroso o liviano que puede llegar a ser, y algún que otro comentario de “que niño tan guapo” (si, queramos o no, la presión social también tiene algo de peso) la decisión estaba tomada.

Según dicen, cuanto antes se hagan los agujeros mejor. El lóbulo está más blandito y el dolor es prácticamente nulo por lo que el primer mes es el momento más recomendado. No obstante, hay quien recomiendo que, aún haciéndolo dentro del primer mes, se espere a que se caiga el ombligo (la matrona que se los hizo a Olivia así lo creía). No hay ciencia en ello, es más bien un tema práctico. Bastante tenemos con cuidar la cura del ombligo como para preocuparnos por los pendientes.

Una vez que tuvimos claro que íbamos a hacérselos buscamos el lugar adecuado. Que se los fuésemos a hacer no significaba que se nos hubiese quitado ese miedo-penilla a hacerle daño. Después de googlear un poco y buscar sitios, encontramos una opción que nos gustó mucho. Su web, www.primerospendientes.com nos dio mucha confianza. Quién hacía los agujeros era una matrona,. ¿El sitio?, una clínica en la Calle Goya. Quieras que no, entre unas cosas y otras, nos convencimos. Pedimos cita y el mismo día que Olivia cumplía 2 semanas nos presentamos allí todos, Sergio, Olivia, el miedo, la pena, el cargo de conciencia y yo.

Juro que estando allí sentada en la sala de espera estuve a punto de marcharme un par de veces pero le habíamos dado taaaantas vueltas que al final nos quedamos. Cuando entramos en la consulta se respiraba tranquilidad. No había prisa, tiempo al tiempo. Aunque lo ideal hubiese sido que Olivia estuviese dormida, no fue así, estaba despierta, y bien despierta.

Maite, la matrona, nos indicó que colocásemos a Olivia en la camilla y nos enseño el artilugio con el que hacía los agujeros. Un aparatito empaquetado de manera individual que incluía el pendiente. De esta manera, el pendiente se colocaba en la orejita al mismo tiempo que se hacía el agujero. Había varios modelos a elegir, el que más nos gustó fue una bolita dorada muy sencilla y pequeñita, nada llamativo.

El siguiente paso era marcar el lugar exacto en el que se haría el agujero. Maite fue pintando y borrando el puntito hasta que consideró que estaba perfecto. No fue tarea fácil. El siguiente paso era hacer el agujero, llegaba el momento crítico. Yo llevaba sufriendo ya un rato y Sergio no parecía estar pasándolo mucho mejor. La estrategia fue sencilla, dado que para un bebé casi todos los males se quitan con un poco de teta, me coloque en posición, lista para tranquilizarla justo después del pinchacito.

Y así fue, el aparatito hizo click, Sergio y yo con los ojos llorosos, llanto de Olivia, enganche a teta y paz absoluta, no se escuchó nada más. Según la matrona, lloran más por el ruido que se produce al hacer el agujero que por el dolor que puedan sentir. Yo no lo tengo claro, Olivia se asusta mucho con lo ruidos puntuales y no por eso llora. Sin embargo, tampoco creo que sintiese un dolor infinito, sino no se le hubiese pasado en medio segundo.

Total, que Olivia ya tenía sus pendientes y estaba tan tranquila, sin duda fue mucho más traumático para nosotros que para ella. Ya que estábamos allí y que Maite era matrona, le preguntamos por el ombligo. Fue ella, como os comenté en el post sobre el cuidado del ombligo, quién se lo limpió a conciencia y nos recomendó curárselo durante un par de días con clorhexidina. Ese mismo producto era el que teníamos que usar para la cura de los agujeros, una gotita en cada uno durante 4 días y…. ¡Listo!

Como podéis sentir, el trato fue muy bueno, con tranquilidad, sin ninguna prisa, todo a su debido tiempo. Salimos contentos, con nuestras conciencias todavía un poco tocadas, pero orgullosos de haber hecho lo que consideramos mejor.

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