Los primeros días con nuestra princesa están siendo increíbles. Es muy buena y para nosotros no puede ser más bonita. Hace ya unos cuantos días de su nacimiento y hoy quiero empezar a contaros como ocurrió todo.

En mi primer post, os contaba como sobre las 6 y media del viernes 16 de Diciembre mientras estaba durmiendo a pierna suelta sentí de repente un fuerte dolor lumbar que se extendía hacia el abdomen. ¡Vaya manera de despertarse! Estaba avisada por mi ginecóloga de que el parto estaba muy cerca, pero pensé que mi cuerpo aguantaría un poco más.

El día anterior había tenido monitores y cita con mi doctora. Bueno, con la ginecóloga sustituta de mi adorada ginecóloga oficial, que como ya nos dijo un mesecillo antes, a estas alturas estaría de baja por maternidad. ¡Qué suerte la mía!

Ese mismo día, la sustituta, ya me comentó que estaba dilatada 2 cm y con el cuello del útero prácticamente borrado. Eso fue un jueves, prácticamente me aseguró que no llegaría a mi FPP que era el lunes siguiente, así que ya estaba alerta.

El mismo día de monitores, el 15 de diciembre por la tarde empecé a tener algunas contracciones bastante seguidas, aunque no eran dolorosas, parecía que avisaban de que algo estaba pasando. El resto del día pasó con normalidad, incluso estuvimos cenando fuera con total calma sin saber lo que se nos avecinaba unas horas después.

Llegamos a casa sobre las 12:00, yo con algún dolorcillo, pero muy, muy, muy leve, nos metimos a la cama y me quedé dormida al instante. Fue, como os decía antes, sobre las 6 y media cuando me levante con una sacudida brutal en el lumbar. Un dolor que nunca había experimentado antes. Una vez remitió, active mi aplicación del móvil para contabilizar las contracciones y su duración. Aunque yo tenía preparada la bolsa del hospital, mi chico no había sido tan previsor. Así que aunque todavía no sabíamos si realmente estábamos de parto, él se entretuvo preparando su maleta y asegurándose de que no se nos olvidaba nada mientras yo escribía el primer post de “una mamá del montón” y apuntaba mis contracciones. Al principio eran cada 8 o 9 minutos, pero no tardaron demasiado en ser más frecuentes, en poco tiempo eran cada 5 minutos, cuando no cada 3. No eran del todo regulares, pero eran bastante potentes y consideramos que si, que estábamos de parto.

Terminé mi post, cerré el ordenador, me di un baño a la velocidad del rayo y salimos para el hospital. Eran las 8 y media de la mañana en Madrid y eso significaba que seguramente hubiese muchos coches, tráfico y atascos. Nada demasiado agradable ni esperanzador dadas las circunstancias. Subimos las maletas al coche, la bolsa de la niña, y toda la parafernalia para dirigirnos al hospital, que nos pillaba, en condiciones óptimas a una media hora corta. Emprendimos el camino, cogimos la carretera y avanzábamos entre la multitud de coches hasta que dejamos de hacerlo. ¡Genial! Las contracciones cada vez eran más dolorosas y estábamos totalmente parados. Nos esperaban unos 45 minutos de incertidumbre entre tubos de escape y pitidos. ¿Llegaríamos a tiempo al hospital?

¿Quieres leer MI PARTO II: CONTRACCIÓN TRAS CONTRACCIÓN?

¿Quieres leer MI PARTO III: BIENVENIDA OLIVIA?

promo-image