Nunca me había planteado parir sin epidural, yo siempre he sido del equipo “epidural, si gracias”. En mi parto mental ideal, la epidural siempre había estado presente. Se (o eso creía) donde estaban mis límites, mis bloqueos, y no me creía capaz de aguantar el dolor de las contracciones, esa sensación de partirse por la mitad, de explosión interior durante más de… ¿20 minutos?.

En el parto de Olivia, para cuando llegué a urgencias ya estaba pidiendo la epidural, se retraso media hora porque el anestesista estaba en un parto de mellizos y creí morirme. Cuando por fin me la pusieron fue “el milagro”, relax total y disfrute cada minuto de mi parto. Así que para el parto de Telma quería poder disfrutarlo de la misma manera, no me plantee ni por un momento parir sin epidural. Como de costumbre la vida tenía otros planes para mi.

El parto de Telma duró 1 hora y 20 minutos, llamaron a la anestesista en cuanto me exploraron porque estaba dilatada de 5 centímetros. Me dijo que me pondría poquita para que pudiese sentir las contracciones. ¿Con poco quería decir nada? Creo que aquella mujer atravesó mi espalda con una aguja enorme para que pensase que me estaba haciendo algo y se llevó la epidural para merendar, porque la sensación de alivio fue del 0%.

Sentía cada contracción de una manera brutal, era un dolor intensísimo, yo gritaba, gritaba mucho y muy fuerte. Creo que desde fuera se me podía ver como una pu** loca, pero es que aquello dolía de cojo***. Se que soy una malhablada, pero a veces ciertas palabras son necesarias para transmitir la intensidad del momento. Decir que dolía un montón no es suficiente. Hubo un momento de bloqueo en la que la matrona tuvo que ayudarme a recuperar el control porque el dolor estaba haciendo que perdiese el norte.

Admiro a todas aquellas que deciden parir sin epidural de manera voluntaria para disfrutar y sentir profundamente la intensidad del momento. Sois las put*s diosas, toda mi admiración. Supongo que ir mentalizada y conocer algunos “trucos” para aceptar y mitigar el dolor ayuda. A mi me pilló de sorpresa. No obstante, es un dolor tan intenso, que ni todos los trucos de David Copperfield me hubiesen podido ayudar. Chillar mucho y muy alto fue mi herramienta.

Es de esas cosas que cuando comentas lo mucho que duele, estoy segura de que hay quien piensa “seguro que no es para tanto”. Puede que tengáis en mente parir sin epidural y estéis buscando unas palabras de aliento en plan “es un dolor totalmente soportable”. Pues no, duele muchísimo, como si alguien hubiese atado una cuerda a tu útero y tirase con una fuerza infinita. Como si golpeasen tus riñones con un bate de baseball, como si te estuvieses partiendo por la mitad.

Entonces fue horrible, pensaréis. No lo volverías a repetir, diréis. Si se diesen las mismas circunstancias y me pillase por sorpresa, me encantaría volver a repetirlo de la misma manera. Se que sabiendo lo que se, la intensidad con la que se vive, lo visceral que es, lo real, lo puro, lo brutal, un parto sin epidural es más humano, más vital, más natural, pero también se que no podría soportarlo durante horas y horas como hacéis algunas de vosotras.

Después del parto de Telma entiendo mejor a las que elegís esta opción, y aunque yo no me vea capaz de un parto sin epidural totalmente consciente, aún habiéndolo hecho, animo a todas a intentarlo. Es tan doloroso como increíble. 

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