Sobradamente conocida es la polémica que se ha formado alrededor de ciertas declaraciones por parte de la periodista Samanta Villar a cerca de la maternidad. Este post no es una crítica, no voy a cuestionar sus palabras. Este post es más un “que no te pase como a Samanta”.
Qué la maternidad no te pille desprevenida pensando que los bebés se comportan permanentemente como en un anuncio de pañales, siempre sonrientes, tranquilos, limpitos y sin mocos. Tampoco pienses que tu serás esa Gisele Bündchen en aquella famosa foto que publicó en su instagram dando el pecho a su bebé en la que era puro glamour. Tu serás, sobre todo al principio, puro despojo humano.
Voy a hablar del tema desde mi corta experiencia. Desde lo que he vivido en estos escasos 3 meses. Seguro que alguien con más hijos o con niños más mayores tenga muchísimas más cosas que decir, pero de momento es lo que he vivido. Es lo que hay.
Hay que matizar que hay bebés y bebés. Los hay más tranquilos y más inquietos, más o menos llorones, dormilones o bebés búho y como no sabemos como será el nuestro hasta que lo tengamos con nosotras, deberíamos mentalizarnos de lo realmente duro que puede llegar a ser.
Como ya sabéis, yo he tenido suerte. Olivia es bastante buena, no llora demasiado, duerme relativamente bien y poco a poco va siendo más independiente, pero a veces como todos los bebés, te lleva al límite.
Dicho todo esto, vayamos al tema. Lo primero que quiero dejar claro, por si a alguien le quedaba alguna duda, es que los bebés lloran y lloran mucho. Al principio no pueden comunicarse de otra manera, así que lloran por todo. Lloran cuando tienen hambre, cuando tienen sueño, cuando quieren bracitos, cuando no quieren bracitos, cuando se sienten solos, cuando tienen gases, cuando tienen calor, cuando tienen frío, cuando se sienten sucios, cuando… cuando porque sí.
Teniendo todo esto en cuenta, depende de cómo sea tu bebé y de tu capacidad para identificar el por qué de su llanto, puede que a penas llore o que se tire todo el santo día haciéndolo. Avisadas quedáis de lo desquiciante que puede ser el llanto de un bebé. No tanto por el llanto en si, sino por la sensación de impotencia, de no conseguir darle al botón de “off” por más cosas que intentemos. A veces le das de comer, le cambias, le meces, le cantas, le acaricias, le das el chupete, se lo quitas, le pones música y nada, no hay manera, llora y llora como si no hubiese un mañana. Te pones de los nervios, tu bebé se pone más nervioso y llora todavía más fuerte, entras en un bucle de desesperación y te dan ganas de llorar a ti también. ¡Vaya show!
Lo bueno es que al final siempre se hace el silencio, a veces porque conseguimos dar con la tecla, a veces simplemente porque decide dejar de llorar sin más. Esto es así.
Lo segundo que destacaría es que los bebés necesitan todos los minutos de tu día. Absolutamente todo tu tiempo. Cuando no tienes que hacer una cosa, tienes que hacer otra. Al principio darle de comer cada 3 horas. Cambiarle el pañal, vestirle, dormirle (no se duermen solos), calmarle y un largo etcétera de tareas varias.
Cuando crees que ya está todo hecho y le dejas tranquilo es su cuna o donde sea que quieras dejarle, aguantará entre 5 y 7 segundos en ponerse a llorar, quiere bracitos. Así que ahí estas tu, haciendo lo que sea que tengas que hacer con tu bebé encima. Mirar el correo, cocinar, recoger la ropa, hagas lo que hagas, allá que vas con tu bebé debajo del brazo.
Así que, si hay veces que tu bebé a penas te deja tiempo para ir a hacer pis, imagínate para otras cosas. Olvídate de dormir del tirón, en algunos casos olvídate directamente de dormir. Olvídate de comer caliente, a veces tocará comer por turnos. Olvídate de ser puntual por mucho que lo intentes. Olvídate incluso de ducharte todos los días, porque aunque suene a guarrería, habrá veces que la vida no te de para más y tendrás que elegir entre oler a limpio o dormir.
Lo tercero y último que quiero destacar (no es que no haya miles de cosas más de las que hablar, pero por algún sitio hay que cortar) es que tu vida va a cambiar radicalmente. Ya sé que es un topicazo, pero es tan real como la vida misma.
Se ha hablado mucho últimamente de cómo cambia la calidad de vida o la felicidad con la llegada de un nuevo miembro de la familia, o dos o tres o los que vengan. Ya te digo que tu calidad de vida no va a mejorar ni a empeorar, sencillamente va a cambiar. Porque antes ibas y venías cuando y donde querías, y no es que vayas a dejar de hacerlo, pero lo harás de otra manera. Tendrás que planificarte mejor, la maternidad da poco espacio a la improvisación.
Antes dormías cuando querías, si te acostabas tarde era tu decisión y llegado el fin de semana si estabas cansada te echabas una siestecita. Malas noticias. Tus horarios de sueño ahora no los decides tu y de las siesta mejor ni hablar. Se que suena a ir a peor, pero a cambio de poner patas arriba tu vida, tendrás sonrisas, miraditas y mimitos sin condiciones y eso equilibra la balanza más que de sobra.
Esto es lo vivido en estos 3 meses cortos. Imagínate cuando empiece a arrastrarse, gatear, andar, correr, hablar, chillar y convertirse en un torbellino. ¡¡¡JA JA JA!!! Me parto con usted, señorita Bündchen.
Resumiendo. No es una cuestión de valorar lo que ha cambiado, es una cuestión de ver lo que has ganado y descubrir el equilibrio, la paz y el amor verdadero.
Avisada estas de lo que la maternidad supone, pero antes de acabar quiero contarte un último secreto. Merece la pena. Todo merece la pena.