Hace una semana que Olivia comenzó en la escuela infantil. Después de mucho darle vueltas, su padre y yo consideramos que podía venirle bien estar con otros niños, tener unas rutinas más marcadas y aprender cosas nuevas, que quizá podían estar fuera de nuestro alcance.
Lo que más miedo nos daba era su adaptación. Olivia tiene 21 meses y nunca se ha separado de nosotros. Siempre ha estado con su padre o conmigo, nunca se ha quedado en casa de ningún familiar, ni amigo, ni un ratito corto, ni uno largo, ni a comer, ni a dormir. Así que aunque su carácter es muy extrovertido, le gusta mucho estar con otros niños, es muy tranquila y se adapta muy bien a las nuevas situaciones, nos daba un poco de miedo su reacción ante la nueva situación.
Afortunadamente, como casi siempre pasa con ella, nos lo ha puesto sumamente fácil. Ni una lágrima, ni un mal gesto, encantada de la vida desde el minuto uno. Es cierto que pensábamos que reaccionaría bien y que se adaptaría fácilmente, pero no tanto. Ahora solo esperamos que no haya una especie de regresión repentina que de al traste con su maravillosa adaptación.
PERIODO DE ADAPTACIÓN ¿SI O NO?
Con Olivia hemos hecho periodo de adaptación y además uno muy tranquilo. Ella empezó en la escuela infantil una semana más tarde porque cuando tocaba estábamos de vacaciones, así que cuando pudo empezar el ambiente estaba, seguramente, más calmado que en días anteriores, en los que imagino habría habido más lloros y jaleo en general.
El primer día fue solo una hora, en la que yo estuve en la clase casi todo el tiempo. Ella jugaba a su bola y de vez en cuando se acercaba a enseñarme o decirme algo. El segundo día estuvo media hora con su padre en clase y otra media hora ella sola. El tercer día ya fue ella sola durante dos horas y media. Y por último, el cuarto día estuvo ella sola y además se quedó a comer. La idea inicial era que el quinto día se quedase también a echarse la siesta, pero después de hablarlo, hemos decidido que de momento, iremos siempre a recogerla a las 13:00h. porque, nos resulta más sencillo para cuadrar nuestros horarios.
Total, que no se si ha sido el periodo de adaptación, su carácter o las dos cosas pero Olivia va encantada al “cole”. Creo que incluso cuando llega el fin de semana lo echa en falta.
Por todo esto, y también porque creo que es la manera más lógica, estoy totalmente a favor de los periodos de adaptación, no solo porque a los más peques les suele funcionar muy bien, sino porque a los padres también nos ayuda mucho.
¿Y LOS PADRES QUÉ?
Porque si, se habla mucho de la adaptación de los niños, pero ¿y la de los padres?. Esa tampoco es fácil, al menos no en nuestro caso. El separarnos de ella nos ha costado mucho, el “dejarla” en la escuela infantil nos ha generado un poco de cargo de conciencia, ¡y eso que ella está feliz!. Si llegamos a tener que dejarla llorando no sé que hubiese sido de nosotros.
Hemos tenido un poco de sensación de “abandono”, creo que en parte porque el dejarla en la escuela infantil, ha sido algo elegido, no indispensable, ni impuesto. Piensas en cómo se sentirá ella, en si sentirá sola o a disgusto en algún momento, si pensará donde estamos o si vamos a volver. Muchos pensamientos que nos han hecho sentir regulín.
Y yo dentro de lo malo, no he sido quien ha tenido que dejarla en la guardería, con lo que no lo he vivido tan intensamente, pero su padre sí. Su padre lo ha pasado fatal. Afortunadamente el periodo de adaptación ha surgido efecto en todos y parece que los miedos iniciales se han pasado y ya lo llevamos un poco mejor.
Nos quedamos con la alegría con la que se queda y lo feliz que está cuando volvemos. Eso lo compensa todo.