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Hace un par de semanas os hablaba de mi experiencia con la lactancia materna exclusiva. Os hable de algunos productos, como las pezoneras o el Purelán, que me habían ayudado en la búsqueda de un buen enganche para conseguir una lactancia satisfactoria.

Seguramente, en otro blogs, foros o cualquier sitio en el que poder encontrar información sobre la lactancia, habréis podido leer a cerca de las grandiosidades del cojín de lactancia y todos sus beneficios. En este caso, la opinión va a ser algo distinta. Y digo opinión, siempre mi opinión basada en mi experiencia.

Compramos el cojín de lactancia en uno de esos días que salí de compras con mi santa madre cuando todavía estaba embarazada. Andábamos buscando que cosas nos faltaban de la lista de “cosas para el bebé”. En dicha lista no estaba el cojín de lactancia, había leído algunas cosas sobre sus utilidades y no terminaba de convencerme. Me daba la sensación de que se trataba más de una moda, que de algo que fuese realmente útil. Para una casa pequeña como la nuestra, ocupaba más que el servicio que yo consideraba que me iba a dar.

Eso es lo que pensaba en frío, en la tranquilidad del sofá de mi casa. Pero cuando sales de compras y ves todas esas cosas preciosísimas de bebés y todos los millones de inventos existentes, te vienes arriba y compras más de lo que tenías en mente. Así que allí estábamos mi madre y yo viendo la multitud de posibilidades que ofrecía aquel cojín de lactancia que además venía con una funda con un arnés para poder colocar al bebé a modo de hamaca. Nos lo llevamos.

Aclarar que según mi punto de vista podemos diferenciar dos grandes grupos de cojines de lactancia. Por un lado está el rígido, con forma de “U”. Puede utilizarse con diferentes finalidades como amamantar, elevar la cabecita del bebé si no queremos que esté tumbado de manera totalmente horizontal o para cuando sea un poquito más mayor y necesite una ayuda para mantenerse sentado. Por otro lado está el cojín de lactancia flexible con relleno de bolitas, también llamado churro. Éste, además de las anteriores utilidades, podemos usarlo durante el embarazo usándolo para estar más cómodas a la hora de dormir o para apoyar la espalda de una manera más descansada aliviando posibles dolores lumbares.

Yo tengo un churro y menos para la función principal, la de ayudar a la lactancia, lo he usado para todo. A la hora de dar el pecho a Olivia, prefiero hacerlo sujetándola yo. Seguramente la espalda se cargará más y mi posición sea peor, pero con el cojín yo no me apaño. No termino de estar cómoda. Yo prefiero sentarme con mis piernas cruzadas y… ¡A comer!.

Sin embargo, aunque como os decía, no lo he usado de la manera tradicional si lo he usado para, sobre todo, tres utilidades diferentes. La primera, como reductor para la cuna de Olivia. Ella no ha utilizado ni cuco, ni minicuna, ha dormido desde el principio en la cuna grande, así que durante aproximadamente el primer mes, poníamos el cojín de lactancia en forma de “U”, alrededor de ella de hombros para abajo, para que estuviese más “recogidita” y no se perdiese en un espacio tan grande. La segunda utilidad es similar a la primera pero diferente. Alguna de las primeras noches que Olivia durmió en nuestra cama, nos daba miedo no estar “concienciados” de que estaba ahí, así que colocábamos el cojín alrededor de ella como “tope protector”. La tercera y última utilidad, la he descubierto éste último mes. Como Olivia ya va pesando lo suyo, por las noches, en su toma nocturna me costaba darla de mamar sentada en la cama. Ahora me coloco el cojín rodeándome la espalda de manera que me ayuda a tener una posición correcta y estar mucho más cómoda.

Así pues, como veis, al final le he sacado partido y lo utilizo todos los días varias veces. A día de hoy, sigo considerando el cojín de lactancia, algo muy prescindible y yo, personalmente, no lo considero tan esencial como la moda actual quiere hacernos creer. No obstante, reconozco que al final con la excusa del “ya que lo tengo”, le he sacado partido y creo que seguiré sacándoselo.

Si pudiese volver atrás y sabiendo lo que sé sobre el cojín de lactancia, no sé si lo compraría. No puedo cerrar la puerta a un rotundo si o no. Me podría apañar perfectamente sin él, pero en ciertos momentos me es muy útil. Supongo que pasa como con tantas cosas relacionadas con el mundo de la puericultura: chupetes, intercomunicadores, hamacas, parquecitos, etc. Ninguno es imprescindible pero una ayudita extra nunca viene mal.

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