El embarazo es sin duda, uno de los peores momentos para emparanoiarse, pero es, al mismo tiempo, un periodo de preocupación constante. Al fin y al cabo, se trata de traer una nueva vida a este mundo y eso no es moco de pavo.
Cada embarazada es un mundo, unas más obsesivas y otras más despreocupadas, pero todas con algún come-come que no les deja estar del todo tranquilas durante esos 9 meses. Mi madre por ejemplo, tenía una preocupación máxima y era que tanto mi hermano como yo, tuviésemos todos los deditos. ¡Vete tu a saber lo que había escuchado para que le diese por ahí! Mi paranoia estrella de embarazada fue el citomegalovirus que suena a pandemia peliculera pero es algo mucho más común. Tuve varias preocupaciones, pero esta fue sin duda la que casi me vuelva loca.
Cuando una se queda embarazada empiezan las prohibiciones alimenticias, los “esto si”, “esto no”, “eso con cuidado” y “aquello ni de coña”. Hace años no, pero ahora toda embarazada sabe de la existencia de la toxoplasmosis. Desde el minuto 1 el ginecólogo nos informa sobre el tema, lo que se puede comer y lo que no. Nada de carne curda y embutidos a no ser que estén previamente congelados a -20º y lavar bien las frutas y verduras. Con eso es más que suficiente. En mi caso, deje de comer cualquier cosa cruda (por si acaso )y lavaba a conciencia cualquier fruta o verdura llegando a veces a pelarlas posteriormente. Por precauciones que no fuese.
Antes de buscar el embarazo es importante hacerse una analítica que incluya tanto la toxoplasmosis como el citomegalovirus. Si resulta que ya hemos pasado la primera, eso que nos ahorramos. ¡A comer jamón se ha dicho! En el caso de la segunda, el citomegalovirus, si ya lo hemos pasado y tenemos anticuerpos, no nos viene mal pero igualmente deberemos tomar ciertas precauciones.
Durante el embarazo no harán 3 analíticas, una por trimestre. Tanto si vamos por lo público como por lo privado, incluirá la toxoplasmosis e irán viendo si la hemos contraído o no. Los riesgos de contraerla son varios pero esa es otra historia de la que ya hablaremos en otro post.
Ahora, al tema que nos interesa: el citomegalovirus, mi paranoia personal del embarazo de Olivia. En este caso, si están llevando tu embarazo por la seguridad social, las analíticas trimestrales no incluyen este virus. ¿Por qué? Lo desconozco y además no lo entiendo. Por lo privado sí lo incluyen, no estoy segura si en el 100% de los casos, pero sí en la gran mayoría.
Empecemos por el principio. ¿Cómo surgió mi paranoia? Todo fue a raíz de aquella ecografía en la que me comentaron que mi placenta estaba anormalmente engrosada. La ginecóloga me dijo que no le diese mayor importancia pero yo sí se la di. Comencé a googlear para conocer los motivos por los que mi placenta podía estar en ese estado y toda la información me llegaba al mismo sitio. Una posible infección producida en la mayoría de los casos por toxoplasmosis o por el citomegalovirus. En aquel momento sólo me habían hecho los análisis de sangre del primer trimestre y en unas semanas me harían los del segundo pero todavía quedaba bastante tiempo.
Yo no había pasado la toxoplasmosis en 30 años habiendo comido multitud de embutidos y carne poco hecha y pensé que era prácticamente imposible que la hubiese cogido durante el embarazo con todas las precauciones que había tomado. Hubiese sido mala leche. Así pues, mi paranoia se enfocó en el citomegalovirus. Mi mente estaba convencida de que lo había cogido. Siguiente paso, buscar toda la información sobre el virus y sus consecuencias.
En google, como no, casi todo lo que encontraba era muy negativo. El virus del citomegalovirus atraviesa la placenta en un porcentaje muy alto de los casos de infección y de esos casos, la gran mayoría de los fetos presentan problemas en su nacimiento que pueden ir desde problemas auditivos hasta retrasos muy severos. Eso cuando el bebé logra sobrevivir, muchos no lo hacen. En caso de que la madre haya pasado la enfermedad con anterioridad y poseer anticuerpos, es más difícil que el virus atraviese la placenta y aún menor la probabilidad de que se vea afectado, pero aún así no existe inmunidad.
Total que yo no sabía si lo había pasado o no, si me había infectado o no y si mi bebé lo podía tener o no. El virus se suele transmitir por la saliva y los niños menores de 5 años suelen ser los que más lo padecen y por tanto los que más lo pueden transmitir. En un niño o en cualquier adulto, cursa como una gripe y no tiene mayor importancia, el problema es cuando lo contrae una embarazada y se lo transmite a su bebé.
Mi paranoia iba en ascenso y tuve la necesidad de pedir cita urgente con mi ginecóloga, lo necesitaba o me volvería loca.
Ella nos recibió muy amablemente, como siempre. Me explicó los datos de mis primeros análisis en los que se indicaba que yo había pasado la enfermedad y tenía anticuerpos. Además me dijo que no me preocupase, que era muy poco probable contraer la enfermedad y que lo de la placenta podría ser por muchas razones. Mis segundos análisis así lo confirmaron, ni rastro de una infección reciente por citomegalovirus.
Total, tanta paranoia para nada. Todo estaba bien, Olivia estaba bien. Más adelante supe que mi placenta no estaba engrosada y que todo había sido fruto de un aleteo de mariposa imaginario que se convirtió en un huracán.
Con todo esto… ¡qué no cunda el pánico!. Sólo quiero dar a conocer la existencia del citomegalovirus y que se tenga presente cuando estamos embarazadas. Basta con tomar algunas precauciones como lavarse bien las manos, sobre todo después del contacto con niños pequeños, mantener unos hábitos de higiene saludables y evitar compartir objetos en los que entre en juego la saliva. Nada de compartir vasos, ni pajitas y nada de dar besitos en la boca a los niños. La mejor forma de protegernos es prevenir.