Hoy quiero hablaros de un tema que me preocupó mucho en su momento y que cuando pienso en ello, no puedo evitar sentir un poco de pena, de cargo de conciencia, sentimientos extraños que hacen que no me sienta cómoda.
Cuando hablamos de una FIV, nuestro objetivo es conseguir un embarazo que tendrá lugar una vez se produzca la implantación de los embriones transferidos y obtenidos en laboratorio a partir del material genético de los padres biológicos (óvulos y espermatozoides) o de donantes.
Cuando nos enfrentamos a una FIV el primer pensamiento es “ojalá consiga muchos embriones para poder tener más opciones de embarazo”, sin embargo una vez que lo piensas fríamente lo que deseas es tener los necesarios para conseguir un embarazo en el presente, y en caso de querer tener algún hijo más, los justos para, al menos, poder darle un hermanito a nuestro primer hijo. Porque ¿Qué pasa con los embriones que no son transferidos?, ¿habías pensado en ello?.
Cuando solo conseguimos 2 embriones viables en nuestra FIV yo lo pasé fatal, me parecían insuficientes. Dadas las tasas de éxito por embrión transferido, 2 embriones en aquel momento y hablando en plata se me hacían una pu** mier**. Sabía que quería tener un hijo en aquel momento, pero también sabía que no quería que fuese hijo único. Con los resultados obtenidos y mis objetivos marcados teníamos que tener pleno. Se me antojaba imposible (no contaba yo con que un año y medio después del nacimiento de Olivia y 4 pastillitas se obraría el milagro).
Muchas veces pienso, ¿y qué hubiese pasado con el embrión “Olivia” si nuestro primer embrión de categoría “A” hubiese implantado?. Ella a día de hoy no estaría con nosotros. Quizá la hubiésemos transferido recientemente y estaría embarazada de ella, o quizá no. Quizá no hubiese logrado sobrevivir a la descongelación o quizá no hubiese implantado correctamente. Es raro pensar en ello.
Afortunadamente, de aquella “gastamos” los dos únicos embriones que teníamos y el resto de la historia ya la conocéis.
No puedo evitar pensar que hubiese pasado si en lugar de 2, hubiésemos conseguido 8 o 10 embriones viables. Si las cosas hubiesen surgido de la misma manera, nos quedarían congelados 6 u 8 para un segundo intento, y si hubiésemos conseguido un segundo embarazo más o menos rápido transfiriendo congelados, nos hubiesen “sobrado” unos cuantos. ¿Se hubiesen sumado a los más de 200.000 embriones congelados que hay en nuestro país?
Ese pensamiento me perturba un poco, mi ética se ve un poco trastocada. Creo que sentiría una especie de abandono porque cuando has vivido lo que resulta de esos embriones, tu mente no puede evitar sentirlos como futuros “hijos”.
Afortunadamente el karma, el destino o como sea que podamos llamarlo, jugó a nuestro favor y parece que hemos conseguido nuestro objetivo sin tener que dejar embriones congelados y sin tener que decidir qué hacer con ellos.
¿Cuáles son las opciones para los embriones congelados no utilizados?
Existen tres opciones entre las que poder elegir a la hora de decidir qué hacer con los embriones no transferidos y cuyo final hay que firmar en todo proceso de FIV.
- Dejarlos congelados hasta que se agote la fertilidad de la madre receptora, y ya no puedan ser transferidos. Es complicado concretar este supuesto, ya que la ley no contempla patologías, ni circunstancias que determinen lo que imposibilita a la madre como receptora. Normalmente se elige esta opción ante la imposibilidad de decidirse por alguna de las otras opciones.
- Donar los embriones para que puedan ser implantados en otras mujeres. No siempre se puede elegir dicha opción ya que la donante tiene que cumplir ciertas condiciones como por ejemplo, tener menos de 35 años en el momento en el que esos embriones se formaron. Además suele suponer un problema ético para los donantes, lo que hace que en España se efectúen muy pocas adopciones de embriones en relación con el número de embriones congelados que se tiene almacenados.
- Por último, donarlos a la ciencia para investigación. El problema de esta opción, tal y como nos informaron en su momento es que las investigaciones que se realizan sobre el tema son mínimas, y en aquel momento (y creo que en el actual ocurre lo mismo), por ejemplo, no existía ninguna investigación relacionada.
Como veis, las opciones son pocas y limitadas. Porque ¿y la opción destruirlos?. No es tan fácil. Solo se pueden destruir una vez finalizado el plazo máximo de conservación que establece la Ley sin que se haya optado por ninguna de las opciones anteriores. Es imprescindible que la “madre” receptora haya finalizado su periodo fértil y que esto sea acreditado por escrito mediante informe médico.
Normalmente esos informes no se envían a las clínicas donde están “almacenados” por lo que son muy pocas las parejas que finalmente destruyen sus embriones congelados y quedan “abandonados” con lo que el centro de reproducción asistida se hace responsable y decide su destino.