A lo largo del un embarazo, parto y la maternidad en general, descubrimos nuevos conceptos que hasta el momento nos eran totalmente desconocidos. Normalmente ese aprendizaje se produce según las circunstancias de cada mujer, dependiendo casi en su totalidad de lo que a cada una le toque vivir.

Si te quedaste embarazada con facilidad quizá desconozcas lo que son o suponen términos como histerosalpingografía o baja reserva ovárica. En tu ecografía de las 12 semanas es muy posible que aprendieses lo que es el pliegue nucal y si todo salió bien, lo más seguro es que desconozcas lo que es un test prenatal no invasivo. Si estás preparando tu plan de parto estarás pensando en si vas a querer oxitocina y mientras tanto, puede que estés haciendo masajes perineales para evitar una episiotomía.

Lo dicho, cientos de términos, que dependiendo de las circunstancias conocemos en profundidad o nos pasan inadvertidos. Hoy os quiero hablar de uno de esos conceptos que yo desconocía totalmente hasta días después de mi parto, aún habiéndolo vivido en mis propias carnes.

Si os digo placenta acreta ¿os suena?, ¿sabéis de que va el tema? Resulta que durante mi embarazo yo tuve este tipo de placenta, y no supe ponerle nombre hasta días después de dar a luz.

Todas, o casi todas, sabemos lo que es la placenta, y más o menos sabemos su función e importancia durante todo el embarazo. Algunas de vosotras habréis oído hablar de la placenta previa, y seguramente más de una la habrá padecido. Pero, ¿acreta?, es un término, mucho más desconocido, o al menos para mi lo era.

Como ya os he comentado en algún otro post, en mi ecografía de las 12 semanas me asustaron un poco diciendo que mi placenta era “anormalmente ancha”, y aunque después dijeron que no era tal, a día de hoy creo que algo de verdad podría haber habido en aquella afirmación.

¿Qué es la placenta acreta?

Después de dar a luz lo normal es que la placenta se desprenda del útero y se produzca el alumbramiento, o expulsión de la misma. Cuando se tiene placenta acreta, esto no ocurre. La placenta se ha adherido con demasiada profundidad al útero y no es capaz de desprenderse. En estos casos, y en el mío propio, es necesario que sea “arrancada manualmente” del útero, previo chute de anestesia (como si de una cesárea se tratase).

Hablando de placenta acreta, quiero comentar dos términos relacionados y por los que voy a pasar muy por encima, como son la placenta increta y percreta. En estos casos la placenta se adhieren más en profundidad, hasta llegar a la pared muscular del útero o incluso a órganos cercanos como la vejiga.

En mi caso, fue acreta (más que suficiente) y aunque en ocasiones se puede detectar mediante una ecografía o intuirse por síntomas como el sangrado durante la gestación, en mi embarazo, nada hizo saltar la alarma.

Según las estadísticas en 1 de cada 530 nacimientos anuales aparece la placenta acreta y hay ciertos factores que aumentan las probabilidades de padecerla. Esos factores asociados pasan por fumar, ser mayor de 35 años o haber tenido placenta previa. En mi caso, cero de tres. No fumo, por aquel entonces tenía 31 años y no había tenido placenta previa.

La placenta acreta convierte un embarazo al uso, en un embarazo de riesgo por elevar el peligro de hemorragias durante el parto. Así que, aunque en ocasiones se llega a dar a luz con una placenta acreta no diagnosticada, como la mía y no pasar absolutamente nada, puede ser peligroso, sobre todo si se pretende un parto natural en casa o se quiere dar a luz en el agua.

En mi caso, no paso nada grave. Di a luz a Olivia y la ginecóloga espero a que se produjese el alumbramiento de la placenta. Pasaban los minutos y lo que tenía que pasar, no pasaba, así que llamó al anestesista para que me drogase hasta las cejas y poder prodecer. Con la anestesia me quedé un poco K.O, pero recuerdo a la ginecóloga preguntar insistentemente y algo preocupada al anestesista, si podía ya sacar mi placenta. El si llegó después de tres noes, y rápidamente aquella mujer introduzco su brazo (hasta el codo) en mi cuerpo separando poco a poco la placenta de mi útero. Suena todo un poco gore, pero si le pusiese flores, corazones y música de Celine Dion no sería real.

Estoy muy agradecida a aquella mujer por su capacidad de reacción, su rapidez y como trabajó durante mi parto. Aunque no había indicios previos, no fue un parto fácil, ni por la placenta, ni por las vueltas de cordón, el sufrimiento fetal y demás factores, pero ella lo hizo de cine.

Después de un alumbramiento manual, como fue el mío, es importante revisar el útero mediante una ecografía posterior, y otra a las pocas semanas para confirmar que no ha quedado ningún resto y que todo va curando como debe.

Hay mujeres que le tienen mucho aprecio a su placenta y le están muy agradecidas. Es una afirmación rara, pero así es. En mi caso, aunque hizo su trabajo perfectamente y lo tengo que agradecer, siempre he tenido una sensación de amor-odio. Aquella placenta me generó muchos quebraderos de cabeza a lo largo del embarazo y un final feliz totalmente inesperado.

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